EL DISCERNIMIENTO

EL DISCERNIMIENTO

NOCIÓN DE DISCERNIMIENTO Y NOCIÓN DE LA REALIDAD QUE EXIGE EL DISCERNIMIENTO
Cernir es remover sistemáticamente una mezcla de elementos heterogéneos hasta lograr separar los diversos conjuntos que la componían. Por ejemplo, cernir en una criba, que por eso se llama también cernidor, trigo mezclado con paja hasta separar el grano de los restos de la espiga.
Discernir es distinguir los diversos componentes de una situación compleja y captar el modo como se relacionan, de manera que pueda trabajarse cada uno y su relación, y así reafirmar conscientemente esa situación o transformarla en lo que se vea inconveniente. Comúnmente la expresión se aplica a situaciones humanas, bien personales o grupales o históricas.
Discernir espíritus es analizar los diversos espíritus que se agitan dentro de una persona o de un conjunto de personas o de una sociedad y el modo como afectan e influyen en ellas.
En el cristianismo es, más precisamente, distinguir en lo que se mueve dentro de uno o de una situación, entre lo que conduce a una mayor humanización y lo que deshumaniza. La intención y el objetivo es desechar lo que deshumaniza y afincarse en lo que humaniza.
El sobreentendido es que lo que humaniza proviene en último término del Espíritu de Dios y de Jesús de Nazaret, y lo que deshumaniza debe ser considerado como mal espíritu, se lo entienda personalizadamente (el diablo) o no. Ahora bien, decimos en último término porque el Espíritu de Dios no es un espíritu mundano: no actúa en el mundo al lado de otros espíritus, por ejemplo, el de la época, el de la dirección dominante de una figura histórica, el de una generación, el de un país, una ciudad, un barrio, una institución, una familia, un individuo. Como no actúa como otro espíritu sino moviendo trascendentemente a lo que se mueve, el discernimiento versa sobre qué vehicula al Espíritu de Dios y hasta qué punto lo vehicula, y qué no lo vehicula o incluso lo apaga y combate, o, en otros términos, qué vehicula al mal espíritu y qué vehicula al buen espíritu.

Ahora bien, el presupuesto del discernimiento espiritual es la vida histórica. Si las personas se ven viviendo en una vida cíclica, no hay nada que discernir objetivamente. Lo que cabe es vivir con sabiduría o neciamente, y en este sentido sí hay que discernir con qué espíritu vivo lo que, de todos modos, me toca vivir. Esto es así porque en ese género de vida todo está ya estatuido; por eso el discernimiento no es sobre qué vivo sino sobre cómo lo vivo.
Tampoco hay nada que discernir para los que viven en la historia ya que ese futuro que quieren construir es el que determina lo que hay que hacer y cómo hay que hacerlo, porque como el futuro es absoluto, porque en él se encuentra, supuestamente, la realización humana, el fin justifica los medios, y de algún modo se sacrifica el presente al futuro que se construye y que se cree que advendrá.
Sí hay que discernir, tanto objetiva como subjetivamente, si se vive en la vida, pero no ya cíclica sino histórica. Se vive en la vida, en la polifonía de la vida, haciendo justicia a cada aspecto; pero ninguno es fijo ni está constituido de una vez por todas. Por el contrario, todos comenzaron en algún tiempo y, consiguientemente, están abiertos a posibilidades nuevas, que advienen por las acciones humanas, y que pueden ser mejores o peores que lo dado. Entonces sí hay que discernir, para ver qué elementos son portadores de humanidad y hasta qué grado, y qué elementos deshumanizan. El objetivo de este discernimiento es intervenir en esa configuración, optimizando lo bueno y transformado lo que deshumaniza o abandonando simplemente lo que se ve que no tiene arreglo, y discernir también si en lo que se va haciendo, en la novedad que se introduce, se va dando, en efecto, esa mayor humanidad que se busca.
Por eso, la dirección dominante de esta figura histórica, como considera que ya hemos llegado al fin de la historia porque se han logrado desvelar sus elementos y se está en una configuración que ya no puede ni debe ser sobrepasada, en delante de lo único que se trata es de ir avanzando en estos carriles. En esta configuración, el pasado se dejó atrás porque está radicalmente superado. Y ya no hay futuro porque ya hemos dado con la fórmula que propicia el avance. Por eso la figura actual debe expandirse indefinidamente. Ya sólo existe el presente en expansión. En esta ideología no hay nada que discernir. Lo que hay que hacer al máximo es seguir investigando y aplicando técnicamente lo descubierto y volcarlo al circuito de la producción y el consumo, en el régimen político del capitalismo liberal.

Leer más clic aquí….

Fukuyama: El fin de la historia y el último hombre. Planeta, México 1992