Mensaje del Obispo de San Cristóbal y Gran Canciller de la UCAT al Pueblo del Táchira

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Que la gracia, la paz y la misericordia que vienen de Dios estén con todos Ustedes.

I.- LO QUE ESTAMOS VIVIENDO.

1.- Estamos viviendo el tiempo de cuaresma compartiendo con todos los venezolanos sus sufrimientos surgidos de una situación de iniquidad. Se sigue profundizando la crisis que nos golpea a todos como ciudadanos. Al hambre y a la escasez de insumos necesarios para la salud se ha unido el flagelo del llamado “apagón eléctrico nacional. Las horas que éste ha durado (así como los continuos cortes intermitentes que le han seguido) han producido graves consecuencias: además de poner en peligro la vida de numerosos enfermos (en muchos lugares hasta ha habido muertes por esta causa), en la inmensa mayoría de los hogares se han perdido alimentos necesarios para el sustento cotidiano. La falta de energía ha provocado desasosiego, cierre de escuelas y fuentes de trabajo además de desestabilizar la sana convivencia ciudadana. Las explicaciones de los voceros gubernamentales no han convencido para nada a la mayoría de los venezolanos, pues han pretendido distraer la atención con el habitual argumento de una tal guerra “electromagnética y cibernética”. Ya la gente se siente cansada de tanta mentira y de tanto menosprecio a la inteligencia del pueblo.

2.- Lejos de atender los justos reclamos del pueblo, se sigue endureciendo los corazones de quienes tienen en sus manos la solución de las dificultades y, sobre todo del principal problema por el que clama la misma gente: un cambio de dirección política y la no imposición de un sistema inaceptable que no está al servicio del hombre y la mujer de Venezuela. Se pisotean los derechos humanos por no darse la verdadera centralidad a la dignidad de la persona humana. Ya es hora de que cambie la situación.

3.-Afortunadamente se ha abierto un “camino humanitario” para que niños y adolescentes escolares, así como enfermos necesitados de tratamiento puedan dirigirse a la Ciudad de Cúcuta. Aunque, si al regreso traen algún alimento se les prohíbe introducirlos al país. Esto es un atentado contra el derecho fundamental a la vida y su subsistencia. Sin embargo, se requiere de otro paso: terminar de abrir la frontera para el libre tránsito entre dos países hermanos. Así podrá entrar también la “ayuda humanitaria” que países e instituciones quieren donar a Venezuela. No hacerlo es también otro atentado contra el derecho estipulado en el ordenamiento jurídico constitucional de Venezuela, el cual garantiza el libre tránsito de todos los ciudadanos de y en el país.

4.- En el Táchira, somos solidarios con todos los hermanos de otras regiones del país donde el “apagón” está causando mayores estragos y con aquellos que han venido siendo reprimidos por grupos violentos y por fuerzas del orden público que parecieran estar compuestos por personas sin alma ni corazón. Lo triste que todos ellos son miembros del pueblo que actúan irrespetando el derecho fundamental a la vida. Ya el pueblo venezolano, paciente y con su dignidad golpeada, quiere superar esta horrible pesadilla, pero sin violencia ni derramamiento de sangre, con justicia y libertad.

II.- ILUMINADOS CON LA PALABRA.

5.-Apelamos a la Palabra de Dios que nos ilumina. Con su enseñanza, imploramos a Dios que escuche el clamor de este su pueblo, como lo hizo con el de Israel esclavizado y oprimido por el Faraón (cf. Ex. 3,7ss). Junto con el salmista, conscientes de la condición que vivimos, cada uno de nosotros exclama: “Desde lo profundo clamo a ti, Señor; Dios mío, escucha mi voz, estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica” (Salmo 130, 1-2). Nuestra súplica se dirige a un Dios liberador que nos envió a su Hijo para darnos la salvación. Así lo reconocemos con San Pablo: “Para esto nos liberó Cristo, para ser libres” (Gal. 5,1).

6.- Nuestra libertad ha sido ofendida de tal modo que la pretenden sometes a una ideología deshumanizante. Esto causa desolación, desesperanza, debilitamiento en las auténticas fuerzas que sustentan y sostienen a la persona humana. Sin embargo, somos conscientes que la nave de nuestra historia y existencia como país, hoy, en medio de la tormenta que la agita, no zozobrará, pues Jesús de Nazaret está dentro de ella para protegernos y sostenernos. El nos alienta con la fuerza de su Espíritu y nos sigue llevando “mar adentro” donde se dará la pesca abundante: allí, lanzando la red solidaria con todos, conseguiremos la libertad, la justicia, la dignificación, el respeto a nuestra condición de hijos de Dios.

7.- La Palabra de Dios nos invita a mantenernos despiertos, a renunciar a las obras de las tinieblas y a revestirnos con las armas de la luz (Cf. Rom 13, 9-10). A su vez, hemos de recordar que Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de amor, fortaleza y dominio de nosotros mismos (Cf. 2 Tim 1,7). No es tiempo para el desaliento sino para hacer manifiesta una esperanza que supera las pruebas, pues actuamos en el nombre del Señor. Tampoco es el momento para que quienes prefieren el conformismo se refugien en posturas cómodas en espera de que otros den los pasos que se necesitan; igualmente no es el momento para que quienes se dejan llevar por la mediocridad exijan a otros que actúen mientras ellos se valen de la situación para especular, aprovecharse de los demás y encerrarse en sus egoísmos. Debemos unirnos y hacer sentir nuestra voz con coraje profético y decisión de creyentes. La Iglesia en Venezuela, con sus Obispos y Sacerdotes, es pueblo y, al compartir las angustias y esperanzas de la gente quiere seguir siendo luz en este momento de la historia. En el Táchira, todos los miembros de la Iglesia y las personas de buena voluntad, reafirmamos nuestra opción por la libertad, la solidaridad y la justicia.

III.- ¡QUÉ HAY QUE HACER!

8.- Volvemos a reiterar el llamado que hemos venido haciendo desde hace tiempo. Queremos vivir en paz y con dignidad. Ello supone que se abran las puertas al anhelado cambio de dirección política. Es necesario que oigan la voz del pueblo y se arriesguen a responder al clamor de la inmensa mayoría de los venezolanos. Recordamos, en este sentido, parte de la plegaria que dirigimos a la Trinidad Santa el pasado 1 de marzo: Te pedimos toques el corazón de quienes tienen la responsabilidad de los cambios que se requieren en nuestra nación. Ellos necesitan de tu luz. Que se aleje la maldad y la prepotencia, que quienes buscan los cambios no se dejen llevar por el ansia de poder o de riquezas… Que todos se sientan pueblo y se solidaricen con él. Sabemos que tienes tus formas de hacerlo. Toca el corazón de quienes están haciendo el mal, asesinando, promoviendo el menosprecio de la dignidad humana… toca el corazón de quienes se dedican a aprovecharse de la situación para enriquecerse, especular, corromper a tantos jóvenes y adolescentes… Toca el corazón de cada uno de nosotros para que no dejemos de ser fieles a tu mandato de amor y al compromiso de anunciar tu Palabra y construir tu Reino.

9.- Volvemos a hacer el llamado a las Fuerzas Armadas, a cada uno de sus miembros sin excepción. El juramento que hicieron de defender la Constitución no era para proteger a una parcialidad política sino al pueblo todo. Más aún, Ustedes también son miembros de este pueblo que está sufriendo. Es a él a quienes Ustedes se deben. Nunca alcen la voz en su contra ni disparen contra él. Más que al juicio de la historia sientan temor de Dios por el juicio divino ante quien todos tenemos que comparecer. Reafirmen su condición natural de pueblo y pónganse siempre a su lado.

10.- Se ha alabado el comportamiento cívico de la ciudadanía en estos días del “apagón eléctrico”. Ciertamente se debe admirar esa conducta. Pero no hay que jugar con los sentimientos de la gente. No se han dado explicaciones convincentes y más bien se está demostrando incapacidad de resolver la situación y también de comunicar la verdad. No hay que olvidar que somos un pueblo de convicciones democráticas, amante de la fraterna convivencia y, como cantamos en Navidad, “gente de paz”. Pero hay que respetarlo y atender su clamor. Es un pueblo con entereza y paciencia. Por eso, es bueno escuchar lo que Cicerón dijo ante quien no quería respetar la convivencia ciudadana de su tiempo: “¿Hasta cuándo vas a abusar de nuestra paciencia?”

11.- Nos seguimos encomendando a la maternal protección de María del Táchira, Consoladora de este bravío pueblo y contamos con el Santo Cristo de los Milagros de La Grita, quien escucha nuestras plegarias y nos sostiene con sus brazos amorosos.

Con nuestra bendición,

+Mario del Valle, Obispo de San Cristóbal y el Consejo Presbiteral de la Diócesis.

San Cristóbal, 12 de marzo del año 2019.