Mensaje Presidencia Conferencia Episcopal Venezolana

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1.- Resuena todavía entre nosotros el mensaje del Santo Padre Francisco durante la oración dirigida el pasado 27 de marzo, con ocasión de la extraordinaria Bendición Urbi et Orbi desde la Basílica y Plaza de San Pedro, en Roma. Nos sentimos confirmados en comunión con toda la Iglesia Universal y la humanidad. Reafirmamos nuestra confianza en Dios ahora más que nunca cuando la pandemia del Covid 19 parece minar las fuerzas y esperanzas de todos. Nos ayudan sus palabras desafiantes, que hacemos nuestras: “Abrazar al Señor para abrazar la esperanza. Esta es la fuerza de la fe, que libera del miedo y da esperanza”.

2.- También la Iglesia en nuestra Patria quiere hacer sentir a todos su cercanía, acompañamiento y caridad solidaria. El Señor nos señala cuál es la actitud con la que debemos mostrar nuestro compromiso responsable en estos tiempos: ante la gran multitud que lo seguía “Jesús tuvo compasión de ella y sanó a sus enfermos” (Mt. 14,14). Para ello, Obispos, Sacerdotes, Laicos, Miembros de la Vida Consagrada y personas de buena voluntad, en estrecha sintonía, reiteramos nuestra disposición de servir al estilo del Divino Maestro (cf. Mc 10. 45), con la certeza de ser testigos del amor que todo lo puede (cf. 1Cor 13, 1ss).

3.- Dirigimos nuestra voz de aliento y admiración hacia las autoridades sanitarias, médicos, enfermeros y enfermeras, personal de protección civil, bomberos y voluntarios: ¡Gracias por lo que están haciendo para prevenir, para sanar y acompañar a los más vulnerables! Como bien lo subrayó el Papa Francisco el pasado 27 de marzo: “están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia: … porque comprendieron que nadie se salva solo. Frente al sufrimiento, donde se mide el verdadero desarrollo de nuestros pueblos, descubrimos y experimentamos la oración sacerdotal de Jesús: «Que todos sean uno» (Jn 17,21)”.

4.- Nuestro llamado a todos, sin excepción, a cumplir con las directrices que se nos están dando para prevenir, para atender a los posibles contagiados y a los enfermos con este virus. Una de las exigencias actuales, que hemos de cumplir, es el permanecer en nuestros hogares. No resulta fácil. Sin embargo, es una de las acciones que permitirá enfrentar más adecuadamente la pandemia que nos golpea. Es un tiempo que debe ser aprovechado para fortalecer la convivencia familiar, el diálogo de los esposos entre sí, de los padres con los hijos y, además para mostrar que la familia es la célula básica de la sociedad y de la misma Iglesia: “Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes muestran a nuestros niños, con gestos pequeños y cotidianos, cómo enfrentar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la oración. Cuántas personas rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos. La oración y el servicio silencioso son nuestras armas vencedoras”. (Francisco, Oración del 27 de marzo 2020).

5.- Todos juntos hemos de manifestar nuestra común preocupación y abrirnos a la solidaridad para ayudarnos mutuamente. No es ningún secreto que hoy, en nuestra patria son muchos los que viven sumidos en la pobreza; a esto se une la escasez de insumos alimenticios, medicamentos y de otros rubros absolutamente necesarios para la sana convivencia y para el funcionamiento del

país (como, por ejemplo, el gas y la gasolina) así como las fallas crónicas en el servicio público de agua y de energía eléctrica. Esta situación está haciendo sufrir a los venezolanos, especialmente a los más pobres, y conlleva el inminente peligro de violentos estallidos sociales. Las autoridades nacionales y locales deben atender esta situación antes de que se pueda agravar más, con las consecuencias que ninguno quisiera se den. El ejecutivo nacional no debe manejar la situación solo desde lo militar y policial. Urge la participación, asesoría y dirección de personal médico y científico cualificado, cualquiera que sea su condición social y política. También es importante dar medidas fiscales que ayuden a enfrentar la situación. No basta decretar y ejecutar unos bonos solo para unos pocos. Recordemos lo que el Papa Francisco advirtió: “todos estamos en la misma barca” ¡Nos salvamos todos, o perecemos todos!

6.- Es necesario corregir la pecaminosa y escandalosa praxis de quienes, aprovechándose de lo que está sucediendo, suben indiscriminadamente los precios de los artículos de primera necesidad para la población. Y, por supuesto, es un momento para no hacernos ecos de falsos positivos o malas informaciones que crean zozobra. Lo dice el Papa de manera clara y directa: “Cuánta gente cada día demuestra paciencia e infunde esperanza, cuidándose de no sembrar pánico sino corresponsabilidad”.

7.- A los dirigentes políticos les pedimos una vez más que escuchen al pueblo. La gente sigue sintiendo que lo que más les preocupa son sus intereses particulares, sus cuotas de poder y los arreglos que puedan darse entre ustedes, sean del oficialismo como de la oposición. Desde hace mucho tiempo los Obispos venezolanos hemos venido haciéndonos eco del clamor de un pueblo que quiere un cambio. La angustia de estos tiempos de crisis sanitaria no debe ser aprovechada ni para manipular conciencias, ni para pensar en componendas ni para pelear con descalificaciones mutuas.

8.- Para resolver los problemas económicos, políticos, administrativos, sociales y de abastecimiento ya existentes y ahora agudizados con la cuarentena por la pandemia, es preciso que todos los factores que interactúan en la vida nacional (políticos, sanitarios sociales, económicos, religiosos, patronales, educativos y gremiales), se sienten a dialogar y a ponerse de acuerdo a favor del pueblo. Así pueden llegar a SOLUCIONES CONCRETAS E INMEDIATAS frente a dichos problemas, y más ahora durante esta emergencia sanitaria, económica y social.

9.- Se requiere evitar diálogos y encuentros superfluos, tranquilizantes de las conciencias de sus integrantes. ¿Acaso no es el tiempo para escuchar a los médicos, expertos en el campo de la salud, enfermeras y enfermeros para saber qué se debe hacer? ¿O a los productores, comerciantes y a los miembros de las comunidades ante la falta absoluta de la gasolina, la improductividad y paralización económica en el país, la escasez de medicamentos y alimentos? Ello requiere humildad, actitud de comprensión y sentirse miembros del pueblo a quien se sirve. Nada se gana con la prepotencia ni la soberbia ni el pensar que se es dueño de la verdad. La nación lo está esperando ¿Se arriesgarán a obrar solidariamente y a crear consensos quienes tienen el mando en los poderes del Estado, los dirigentes de la oposición y del oficialismo, los sectores sociales y productivos del país, las autoridades militares y policiales?

10.- Hacemos, pues, una apremiante invitación a actuar decididamente para lograr unos consensos fundamentales a los que nos obliguemos todos por un mandato común para superar la

actual y grave coyuntura sanitaria y socio-económica, y hacer que la vida, la libertad, la justicia y la convivencia en paz vuelvan a florecer en el país. Estamos, además, convencidos que no obtendremos el imprescindible apoyo internacional si en lo fundamental no nos ven unidos y decididos a poner todo de nuestra parte.

11.- La Iglesia ratifica su acompañamiento al pueblo del cual es servidora. Agradecemos el trabajo silencioso y decidido en estos tiempos de los sacerdotes, miembros de la Vida Consagrada y tantos agentes de pastoral: con sus mensajes, sus jornadas de oración, su cercanía y su disponibilidad al servicio. CARITAS Nacional, las Cáritas diocesanas y parroquiales así como otros grupos de Iglesia en el campo de la acción social están presentes y ayudando a miles de hermanos. Lo seguirán haciendo con plena disposición y teniendo como único objetivo el mostrar el rostro misericordioso de Dios.

12.- Dentro de unos días celebraremos la Semana Santa. Se realizará en condiciones muy particulares. Para ello se han dictado orientaciones generales y cada Obispo en su Diócesis ha propuesto lineamientos precisos. Será un momento particular para ratificar nuestra fe y nuestra confianza en Dios, Padre misericordioso, y para identificarnos con el dolor de Cristo en la Cruz, dolor redentor que quita el pecado del mundo y sus consecuencias. Pero, a la vez, un momento que se abre a la fuerza liberadora de la Resurrección. Con las dificultades que podamos tener, en nuestros hogares convertidos en pequeños templos para la oración y la acogida de la Palabra, hagamos de esta Semana Santa una ocasión para crecer y fortalecernos como creyentes y ciudadanos, con la seguridad de que el Cristo de nuestra fe nos concederá la gracia de ser liberados de la pandemia del Covid-19.

María de Coromoto nos acompañe con su maternal protección y que su divino Hijo, el Nazareno portador de la Cruz salvadora, nos conceda la fortaleza y la salud a todos en Venezuela y el mundo.

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Caracas, 30 de marzo del año 2020.