Discurso en la entrega de Diplomas de Honor y Diplomas de Reconocimiento por el día del Estudiante Ucatense

 Mth. Ricardo Casanova, Pbro. – Vicerrector Académico UCAT 

Hacerse acreedores del mérito académico, y hallar la excelencia desde los espacios de la cotidianidad, es una manera de decirle a la Universidad que están agregados a su causa y de expresarle a esta Nación y al mundo entero que cuentan con ustedes.

En nombre de las Autoridades Rectorales y Decanales quiero dirigir en esta mañana mi saludo y voz de estímulo a todos ustedes, miembros de esta comunidad universitaria, quienes en este momento conforman el presente y futuro, no sólo de esta institución sexagenaria, sino de una sociedad que tanto espera de una juventud que apuesta por grandes ideales, basados siempre en los valores propios del Evangelio.

Han sido 60 años de historia que el pasado 22 de septiembre hemos celebrado con un corazón lleno de gratitud. Seis décadas que han marcado nuestras sendas y que nos han dejado una herencia de la cual todos somos responsables de hacer crecer para seguir produciendo frutos abundantes. Todos ustedes poseen grandes méritos y virtudes que muestran su mayor esplendor en la medida en la que son puestos al servicio de los demás siendo fermento entre otros con el testimonio de vida. Si los guardan sólo para ustedes, corren el riesgo de enmohecerse y perder así su gran valor.

Vivimos en una sociedad que constantemente marca diferencias y establece estándares absurdos sobre dos tipos de personas: se es rico o pobre, blanco o afrodescendiente, gordo o flaco, alto o bajo… cuando en realidad la única cosa que debería diferenciarnos como personas se encuentra en el esfuerzo, dedicación y constancia de aquellos que quieren triunfar y alcanzar sus metas, aquellos que buscan hacer el bien en cada momento, tal como fue el caso del beato José Gregorio Hernández, prominente académico y hombre de Dios que supo hacer el bien hasta el último momento de su vida.

 A este grupo se oponen aquellos que viven con una actitud individualista y que se conforman con el mínimo esfuerzo, a los cuales todo les da igual en la vida, representando así al mal que se contrapone al bien. Ustedes nos demuestran hoy que el grupo de los que se esfuerzan es mucho más grande, y que vale la pena cada sacrificio que hacen. Bien lo expresó Albert Einstein al afirmar que “hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad”. Si, la voluntad, la voluntad del que quiere crecer, del que busca prepararse cada día para aportar al Bien Común de la sociedad. La voluntad de aquel que quiere sumar y no restar, multiplicar y no dividir, de aquel que es la esperanza de una sociedad mejor.

Son más las cosas que nos unen que aquellas que nos dividen, por ejemplo, un accidente o desastre natural puede hacer que confluyan muchas naciones para brindar su ayuda a los lugares afectados, a pesar de las diferencias sociales, culturales e incluso religiosas: pensemos en la actual situación que atraviesan Turquía y Siria. Ahora bien, si un hecho de esta magnitud trae como consecuencia la unidad, ¿por qué no todo aquello bueno que nos representa tiene este mismo efecto? ¡Si trabajamos unidos los resultados y éxitos serán mucho mayores!

Hoy es muy fácil sentarnos a esperar que sean otros los que se encarguen de propiciar cambios y mejoras sociales, pero es necesario que ahora nosotros repitamos una y otra vez aquella frase del presidente Estadounidense John F. Kennedy: “no te preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregúntate qué puedes hacer tú por tú país”. Aquí está el inicio claro de aquello que debemos construir desde este momento, desde un aula de clase, desde un pasillo, desde estos espacios que nos permiten formarnos integralmente y que buscan que podamos crecer para ser cada día mejores ciudadanos.

Es muy lamentable que hoy muchos no apuesten por la Educación Universitaria, y que para otros tantos pase desapercibidos restándole importancia. No así entre ustedes, pues siguen apostando por un futuro profesional que hoy muestra sus brotes en el esfuerzo que viene reconocido en este acto.

Esta Universidad, y en ella cada uno de los que la conforman, debe seguir siendo un centro en el que se aprenda a escuchar, pensar y discernir, donde la creatividad y la originalidad formen profesionales que respondan con audacia a los tiempos presentes, personas integrales que sepan establecer un sano equilibrio en todo aquello que encuentran, un trabajo arduo que nos compromete cada día más, pero que desde cada instancia de esta Universidad estamos prestos a apoyar.

Gracias por el esfuerzo, la dedicación y entrega que hoy permiten que sean reconocidos por los méritos académicos y la participación en las actividades extracurriculares desarrolladas por la UCAT. No defrauden nunca con sus palabras y acciones esta casa que hoy se enorgullece por los logros obtenidos, que reflejan y hacen resonar su lema “sapientia auro melior est”.

Hacerse acreedores del mérito académico, y hallar la excelencia desde los espacios de la cotidianidad, es una manera de decirle a la Universidad que están agregados a su causa y de expresarle a esta Nación y al mundo entero que cuentan con ustedes. Sigamos adelante, con ánimo en nuestras capacidades y con la confianza siempre puesta en Dios.

 Que el esfuerzo común que nos une, reflejado en la grandeza de la Universidad como espacio de convergencia del saber para el servicio del Bien Común, nos permita seguir sumando esfuerzos para proyectar nuestra bitácora hacia el futuro. La Universidad Católica del Táchira está orgullosa de ustedes. Construyamos juntos una mejor sociedad a partir del esfuerzo y la excelencia de todos.

Que María Inmaculada, nuestra patrona, nos siga acompañando con su maternal bendición.

¡Dios les pague y les bendiga siempre!